“Azúcar, alcohol, limón, cereales, legumbres y oleaginosas, entre otras. Las producciones agropecuarias y agroindustriales tucumanas, comercializables internacionalmente, tuvieron durante 2022 un comportamiento declinante, continuando con la tendencia negativa de los últimos 10 años.”
La categórica afirmación leemos en Clarin Rural del 18 de marzo firmada por Arquímedes Carrizo. El autor, sin discriminar las diferentes producciones, afirma:
“Observamos impávidos durante una década, el declive inexorable de las producciones locales, competitivas a nivel global”. Y comparaba señalando que “en la primera década del siglo XXI estos sectores tuvieron un comportamiento productivo muy exitoso, con positivos resultados económicos y una competitividad elogiada a nivel internacional en algunas producciones.”
Su análisis no diferencia las producciones. Sin embargo afirma que “esta crisis es el resultado casi exclusiva (sic) de las políticas cambiaria, fiscal, de control de precios, y de transferencias de ingresos entre los diferentes sectores de la sociedad, instauradas por el Estado argentino desde 2008.”
Sus conclusiones se deslizan hacia una simplificación de la crisis estructural que padece la economía argentina: porque exportamos básicamente productos agropecuarios e importamos manufacturas, autopartes, y tecnologías avanzados con un gran déficit comercial histórico, que nos obliga a endeudarnos cada vez más con el FMI, Banco Mundial, el BID, etcétera.
Exportamos menos de lo que importamos. El año 2022 registró un mínimo saldo positivo entre exportaciones e importaciones, pero fue negativo en las últimas décadas. Y no hay superávit de reservas para pagar los servicios de la deuda. Lo que obliga a las limitaciones de divisas para importar.
Por lo tanto es fundamental analizar las causas que influyen en cada uno de los sectores productivos. Porque no es lo mismo la producción de alcohol o del azúcar que la exportación de limones. En unas depende de la demanda interna y en otra de la demanda externa.
Hay inversiones capitalizadas en Tucumán en la adquisición de empresas olivícolas en La Rioja, Mendoza y San Juan, o de las oleaginosas y Tucumán exporta también arándanos.
Quien acumula capital procura inversiones para reproducir su capital. O mantenerlos en el exterior, legal o ilegalmente. Tampoco “nadie” sabe donde se lava el dinero grande del narcotráfico., que como es obvio se registra en las cuevas financieras, pequeñas y grandes que expresa el dólar “Blue”. Y se construye “desde el pozo” en la CABA o crecen los barrios cerrados del Gran Buenos Aires como registra el rubro de la Construcción, acelerado desde que finalizó la el cierre por la pandemia.
En el sector de las economías regionales, frutas, hortalizas (ajos y muy poco más); aceite de oliva y vinos, el proceso es positivo; sin embargo no se explica el déficit existente en otros que tenemos que importar: kiwi, paltas, pomelos, bananas (u$s 300 millones al año) y por ejemplo, mermeladas de frutas de Suiza, aceites, cosméticos, perfumes y cientos de mercancías de alta gama que demanda un sector social de alta capacidad económica. Incluso es mayor la cantidad de gente que viaja al exterior cada año comparativamente con el turismo extranjero.
En el sector agroganadero de la pampa húmeda, se observa que a pesar de la sequía y las retenciones a la exportación, el “campo” renace y se exportan los mejores cortes de carne vacuna a Europa.
Del fútbol al campo argentino
Una nota en el Clarin Rural (15/04) firmado por Julio Chiapeta informa de las inversiones de conocidos jugadores de fútbol exitosos ya retirados, muchos de ellos de familias rurales. Destaca los nombres de una larga lista de exitosos jugadores, como Leo Ponzio en su ciudad natal que ya trabaja el campo de sus abuelos con sorgo, maíz y girasol. Roberto Abbondanzieri siembra trigo y soja en Santa Fe con su hijo. Otro gran inversor es Gabriel Batistuta con un campo de 125 mil hectáreas en Reconquista. Carlos Tevez ya tiene un estancia en Maipú, Ramón Díaz con campitos en La Pampa, Entre Rios y La Rioja. Dybala ya compró 700 hectáreas en Córdoba y suenan otros nombres como Alario, Morete, Capria y Berti, con ampos en distintas zonas de Rosario y Buenos Aires.
Y no podría estar ausente Leo Messi; el diario El Territorio de Corrientes informa que habría comprado 6.800 hectáreas en San Carlos de Misiones en unos 20 millones de dólares y también Escaloni en un campo de su familia cerca de Casilda en Santa Fe.
Lo que prueba que el “campo” de la pampa húmeda o semi húmeda es rentable a pesar de las sequías que son históricas como sabemos por Florentino Ameguino que hace 100 años planteaba la concatenación de las lagunas de la provincia mediante canales.
¿Porqué los capitales en nuestro sector no se orientan para aumentar la producción de frutas que ya tenemos pero no abastecemos el mercado interno y podemos exportar? (C.C.G. I.FH)